4 de febrero de 2018

2561- EL ORGASMO SINCRONIZADO.

¿Mentira o realidad?. Pues más de lo primero que de lo segundo, puesto que eso solo pasa en las películas. En el cine, ya se sabe, todo es fácil y sencillo... Amor apasionado, dos besos de tornillo y cuatro sacudidas son suficientes para que la pareja suba de la manita a lo más alto del firmamento. Pero eso, amigos, todos sabemos que no es exactamente así. Lo primero, para que así fuera, sería necesario que la fémina estuviera más encendida que la mecha de las Fallas de Valencia y su partener masculino más frío que los glaciares antárticos. La mujer necesita su tiempo y el hombre, siempre visceral, busca con ahínco y rapidez el resultado final que le libere de sus instintos carnales. Así ha sido siempre y así seguirá siendo, por mucho amor que haya de por medio. 

Sencillamente el hombre no puede hacer, lo que debería hacer, y menos aún cuanto más amor y pasión sienta. Son muchas las parejas que luchan cada día por llegar a ese ansiado sincronismo. No se trata solamente de egoísmo y mucho menos de falta de amor. Simplemente la naturaleza nos ha hecho así. Está claro que el hombre puede hacer mucho por situar a la mujer al borde del precipicio orgásmico pero, en la mayoría de los casos, su pasión no se lo permite. Son cosas de la naturaleza que en este momento no vamos a desarrollar. Tampoco creo yo que el hombre sea culpable de que la mujer esté en el limbo mientras la imaginación masculina vaya a mil por hora. Como he dicho antes es cuestión de la naturaleza, e incluso cultural, y no estoy de acuerdo por tanto de que haya de culparse al hombre de esta falta de sincronización. 


Quizás deberíamos preguntar a la mujer el por qué de esa falta de pasión, culpable sin duda de esa lentitud en sus respuestas amatorias, pero tampoco ella lo sabe. A estas alturas no creo que nadie ponga en duda el deseo masculino de que su pareja experimente el placer del orgasmo al 100% y al unísono. Es más, la mayoría lo intentan día sí y otro también, hasta el punto de estar más pendientes del orgasmo de su pareja que del suyo propio. Pocas mujeres, creo yo, podrán decir que el hombre es egoísta y solo piensa en sí mismo a la hora de hacer el amor... ¡Pero las cosas, hombres y mujeres, son como son!. La mayoría de los hombres, en su pretensión de "hacer llegar" a su pareja, al mismo tiempo a la ansiada meta, lo único que consiguen es desviar su atención sobre el goce propio, haciendo que el suyo se dificulte y mengüe considerablemente. 


La obsesiva vigilancia sobre la respuesta sexual de nuestro amante, no consigue otro objetivo más que el descuido de la nuestra. Así pues la simultaneidad es tan difícil como innecesaria. Naturalmente el orgasmo simultáneo es posible, bonito y muy de agradecer, pero escaso y difícilmente alcanzable. Si el orgasmo pudiera medirse, nos daríamos cuenta de que la simultaneidad es imposible de alcanzar con el mismo grado de intensidad. Son dos personas y cada una de ellas va a su ritmo, por lo que no hay sincronización posible. Puede haber cierta coincidencia pero, se haga lo que se haga, cuando uno está a mil el otro puede estar a trescientos o a mil quinientos. ¿Podemos llamar a esto sincronización?. No creo. Cada persona es un mundo y aparte. 

Sirva como ejemplo que, mientras el marido puede estar camino de casa, pensando en hacer el amor con su mujer, ésta puede estar preparando la cena, fregando los cacharros, o poniendo la lavadora. Aunque lo deje todo para hacer el amor con su marido... ¿Cómo va a haber sincronismo a la hora de alcanzar el orgasmo?. Mientras el marido hace una hora que está soñando con hacer el amor con su mujer, ésta es completamente ajena a ello y más bien dedicada a los hijos, a las tareas de la casa o pensando en algún problema que ha quedado pendiente en su lugar de trabajo. No hay sincronización y por lo tanto no puede haber simultaneidad orgásmica. Para alcanzar la plenitud del placer hay que estar centrado en ello al 100%, olvidando cualquier otra cosa que pueda pasar por nuestra cabeza. Solo así se puede alcanzar el clímax en plenitud. 


Al hombre le resulta más fácil centrarse en la relación sexual. Por propia naturaleza el sexo masculino es menos exigente y mejor dispuesto que el de la mujer. No es un problema de amor, sino que las féminas para disfrutar del sexo precisan un tiempo y un entorno que les resulte casi idílico. Si el solo hecho de alcanzar el orgasmo ya tiene su dificultad, ¿cómo va a ser posible sincronizar el reloj con el de su compañero?.
Resultado de todo ello es que muchas veces se miente, simulando orgasmos no alcanzados. Al varón le resulta altamente satisfactorio saber que ha complacido a su pareja cuando la realidad es que, como se ha dicho antes, unas veces se ha quedado a la mitad, otras a la tercera parte y alguna de ellas sin enterarse de lo que ha pasado.

RAFAEL FABREGAT

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