3 de agosto de 2017

2463- GOLPE DE ESTADO.

Según la Ley de Newton, cuando el fruto está maduro se cae por sí solo. Eso le pasará más pronto que tarde al presidente de Venezuela pues, ¡está muy maduro!. A punto de podrirse en el infierno. Se ha visto ya varias veces en estos últimos años... Pasó en Iraq, Libia, Argelia, Egipto... Está pasando en Siria y muy pronto pasará en Venezuela. Maduro es una fruta madura y cada día que pasa le está resultando más difícil mantenerse agarrado a la poltrona y al poder. Solo Dios sabe hasta cuando, pero se podría apostar sin miedo a perder, que no morirá de viejo. No pasa nada, tampoco lo merece. Nada que ver con Hugo Chávez, a cuyo recuerdo se agarra cuando no tiene argumentos con los que responder de sus múltiples fechorías de tirano tontorrón.

Este pasado domingo, tras el cierre de los colegios electorales, resultó grotesco verle proclamar su victoria en unas elecciones que declaró ejemplares. Poco más de un 12% de participación, puesto que la oposición no participó en las mismas al tratarse de un fraude en toda regla. El presidente habló de 8,1 millones de votos, pero los técnicos encargados del sistema de voto electrónico calcularon que eran varios millones menos. Según su informe, media hora antes del cierre de la votación habían depositado su voto 3.720.465 personas. Todo eso ocurría en Venezuela, mientras los opositores eran asesinados en las calles y sus representantes nuevamente secuestrados por la policía en sus domicilios. Suma despropósitos que maduran a Maduro a pasos agigantados. ¿Cuanto falta para que ese país entre en una guerra civil de consecuencias impredecibles?.

"El que tenga ojos que vea y el que tenga oídos que oiga. Se acabó el sabotaje a la Asamblea Nacional, vamos a poner orden. Habrá que levantar la inmunidad parlamentaria, a quien haya que levantársela"
Esas palabras pronunció este elemento tras el cierre electoral del pasado domingo, día 30 de Julio. Socialista fascinado con la Revolución Cubana, fue activo militante en la década de 1980, hasta el punto de que el gobierno de Castro le concediera una beca de estudios para 1986 y 87. Allí cumplió Maduro los 25 años. Fascinado sin embargo por la música estadounidense, tocó en una banda de rock llamada "Enigma" con éxito nulo, motivo por el cual en 1991 empezaría su trabajo como conductor de autobús. 

En 1992 vio a Chávez en TV, explicando los motivos de su fallido golpe de estado y entusiasmado con su energía se enroló al MBR-200 concurriendo en las Elecciones de 1998. La victoria del Movimiento 5ª República le convirtió en Diputado. En 2006 Chávez le nombró ministro de asuntos exteriores. Más de uno se rasgó las vestiduras viendo al conductor de autobús convertido en su representante en el extranjero. El insulso Maduro seguía siendo un desconocido para muchos, pero el teniente coronel enfermó y éste fue convirtiéndole en su delfín. El propio Chávez, aunque le apreciaba, se burlaba de él: "Mira lo que hace el autobusero... Se ha comido todos los pasteles que han servido en la cena diplomática". Pero en 2012 afirmó: "Si algo me ocurre y hay que convocar elecciones, elijan a Maduro como presidente". Su cara de bonachón hacía que los venezolanos confiaran en él y eso Chávez lo sabía. 

Fue el peor legado (dardo envenenado) que Chávez pudo dejarle a Venezuela. Más que bonachón era un botarate con malas ideas. Tan botarate que, muerto Chávez, dijo hablar con su espíritu transformado en pajarito. (!) Todos los males que provoca su mala gestión, son achacados a los poderes extranjeros, pero ya nadie, ni siquiera los suyos, cree sus peroratas. Antiguos aliados de Venezuela se distancian de Maduro, incluso aquellos que siguen admirando la figura del antiguo comandante. 
Comparado con Chávez, Nicolás Maduro es una mancha de tinta que se extiende cual cáncer galopante. Tanto que no tardará mucho en asfixiarle. Desde su punto de vista, su única defensa posible es la dictadura, una acumulación de poder que su maestro nunca llegó a almacenar. Una resistencia política que muchos dictadores quisieran para sí. Nadie pudo imaginar que aquel autobusero que solo bebía Fanta de naranja llegaría a causar tanto daño a sus compatriotas y a sí mismo. ¡A sí mismo, sí!. Por qué... ¿Quien duda de cual será su final?. Ya no hay marcha atrás posible para un dictador de su calaña. La única diferencia es que la dictadura de Maduro es la de un tontorrón impenitente. ¡Que justamente son los peores!.

RAFAEL FABREGAT

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